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El dedo de mi pie

Tengo los pies largos, estrechos y completamente planos. El otro día, disfrutando del veranillo de San Miguel en una playa perdida y demasiado solitaria, me quité un trozo de uña que se me estaba clavando en el dedo. Lo siento, sé que no es una imagen demasiado poética, yo manoseando las uñas de mis pies grandes, planos y feos...
Pues bien, debí quitarme uña que no debía, que el dedo se me ha hinchado y me molesta al caminar. Ahora mismo estoy descalzo en el parqué encerado por mi madre, y siento el dedo gordo dilatado, sensible... En estos días en que todo va a la vez tan deprisa (terreno laboral) y tan despacio (personal) el dedo de mi pie me recuerda que sigo vivo, que siento, que no sólo es mi cabeza la que funciona, que tengo un cuerpo. Y mi cuerpo se queja. He dejado de ir a la piscina, estoy más delgado y tengo unas ojeras tan oscuras que muchos dirán que llevo "mala vida". Y hoy, mi pie me lo está recordando.

Tengo ganas de desnudarme y tirarme encima de hierba fresca. Tengo ganas de cansarme subiendo una montaña. Tengo ganas de sudar haciendo el amor. Tengo ganas de poder tomarme el café de media mañana sin estar pensando en las siete cosas que me quedan por hacer el resto del día. Y sin embargo, también tengo ganas de seguir... me gusta esta sensación de ser útil. Poco a poco recupero la capacidad intelectual que creía perdida. El año pasado a estas alturas me quejaba de no hacer nada en todo el día, de aburrirme en el trabajo, de estar solo, de sentir que perdía el tiempo. Ahora siento que no tengo tiempo que perder.

Besos a todos. Uno especial para el Justiciero, al que no acabo de entender, pero que me parece hasta simpático.

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